Real Café Bernabéu: Never, never, never

– El pasado domingo CQ y yo comimos en Real Café Bernabéu, pensando que disfrutaríamos un almuerzo de lo más agradable. ¡Ah, cuán confundidos estábamos! Nuestra reserva era para las 14:30. Haciendo gala de la puntualidad española, llegué a las 14:50 y entré al local junto con CQ, que me esperaba allí. En la entrada atendía una compatriota de nuestro amigo, una italiana, que muy estirada y con un fuerte acento me explicó que habíamos perdido la mesa por llegar más de un cuarto de hora tarde. Desconcertado, le pregunté si no había nada que se pudiera hacer, y usando su micro orejero llamó a un compañero del piso superior. Del allí descendió un tipo de aspecto y modales muy parecidos a los del Agente Smith, que casi perdonándonos la vida nos dijo que nos dejaban pasar, pero que sólo podíamos pedir un plato, y que había que vaciar el restaurante a las 16:00 porque llegaba gente muy importante. Deseando no complicarme más la vida, accedí a sus condiciones y subimos al segundo piso.

El restaurante en sí es una especie de pasillo muy largo, con decoración vanguardista y espectaculares vistas al estadio. Una vez sentados, CQ expresó su disgusto por el servicio, con frases como «no me esperaba esto de mi club» o «en el Madrid falla la comunicación». Escuchando a los camaremos nos enteramos de que el restaurante es al mismo tiempo una especie de gran palco, y por eso a una cierta hora hay que vaciarlo de «gentuza» para que se siente la gente fetén. Tras examinar la carta, yo pedí un centro de entrecot y CQ un menú junior. Teniendo en cuenta el precio del plato, 14 €, me imaginé que me servirían un espectacular pedazo de carne vacuna. Cual no fue mi sorpresa y mi desmayo cuando la camarera volvió con un filete cuyo tamaño no superaba el de la palma de mi mano. Os aseguro que en la entrepierna tengo yo más carne. El menú de CQ (12 €, creo) consistía en un trozo de lasaña pequeñito y no sé si alguna más. ¡Qué infamia, qué desdoro para un socio y un aficionado llegado desde el extranjero! Ante la tesitura, propuse a mi compañero hacer un «simpa», pero me eché atrás al acordarme de que al reservar hábía dejado mi número de teléfono. Para colmo, la cuenta final incluía tres euros por el pan y… ¡por el servicio! Ofuscado, intenté pintarrajearles las mesas con un boli, pero resultaba muy difícil por estar plastificadas. Al final mi única venganza consistió en birlar una par de euros de la propina depositada en un plato. ¡Algo es algo!

Espero que este relato sobrecogedor sirva para algo. CQ y yo sufrimos el mal servicio de esta tascucha en nuestras propias carnes (en la poca que nos sirvieron, quiero decir), pero vosotros, amigos, podéis evitarlo. ¡¡Recordad, en vuestras visitas al Bernabéu, mejor el Burger King o el bareto de bocadillos más cercano!!

– Si Ronaldo vuelve a hacer algo útil es gracias al páter. Anticapellistas, doblegaos.

– Una de las últimas búsquedas que han llevado a la página han sido «video mamadas desdentadas». Esto es lo último.

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